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Violencia, abusos y adicción: cuando el trauma busca anestesia

Detrás de muchas adicciones hay algo más profundo que el consumo recreativo o la búsqueda de placer. Existe una realidad silenciada que cada vez más estudios confirman: el trauma, la violencia y el abuso —especialmente en la infancia y adultez temprana— son factores clave en el desarrollo de adicciones.

Lejos de tratarse de decisiones impulsivas o falta de voluntad, el uso de sustancias puede ser una forma de sobrevivir a experiencias insoportables.

En el siguiente artículo abordamos cómo el trauma altera el cerebro, aumenta la vulnerabilidad a la adicción y por qué es fundamental un abordaje terapéutico integral.

Trauma y adicción: una conexión demostrada

Diversas investigaciones científicas han demostrado que las experiencias traumáticas —como el abuso sexual, la violencia física, el maltrato emocional o la negligencia crónica— dejan huellas profundas en el sistema nervioso.

Entre sus efectos más relevantes:

  • Desregulación del eje del estrés (HPA): el cerebro permanece en alerta constante.
  • Alteración del sistema de recompensa: baja producción de dopamina, lo que reduce la capacidad para sentir placer de forma natural.
  • Aumento de impulsividad y disociación: la persona busca alivio inmediato y desconexión emocional.

El abuso como antesala del consumo

Las personas que han sufrido violencia sexual, física o psicológica no solo tienen un riesgo elevado de sufrir trastornos emocionales, sino que también presentan una probabilidad mucho mayor de iniciar el consumo de sustancias como forma de autorregulación emocional.
Esto es especialmente visible en víctimas de:

  • Violencia de pareja o violencia machista
  • Violencia sexual no denunciada
  • Ambientes familiares hostiles o controladores
  • Experiencias de coerción emocional o aislamiento

La adicción, en estos casos, no es el problema inicial, sino una consecuencia adaptativa disfuncional.

Mujeres y trauma: doble carga, doble estigma

En mujeres, el vínculo entre trauma y adicción es especialmente delicado. Datos recientes del informe de Proyecto Hombre (2024) revelan que el 62% de las mujeres atendidas por problemas de consumo habían sufrido violencia de género.

“Muchas mujeres no vienen por la adicción, sino por el trauma. La sustancia solo es el síntoma visible”, señala una psicóloga especializada.

Además del trauma, estas mujeres enfrentan otros obstáculos:

  • Estigma social: la “mala madre”, la “mujer rota”.
  • Falta de redes de apoyo.
  • Mayor presencia de depresión y ansiedad comórbida.
  • Dificultad para acceder a tratamientos sensibles al género.

Enfoque terapéutico: sanar el trauma para tratar la adicción

Cuando el trauma no se trata, el consumo puede reaparecer incluso tras años de abstinencia. Por eso, el tratamiento debe ser integral, personalizado y basado en el enfoque de trauma. Algunas claves:

  • Terapia centrada en el trauma (como EMDR, sensorimotor o terapia somática).
  • Intervenciones psicocorporales para trabajar la memoria traumática no verbal.
  • Grupos de terapia con enfoque de género y seguridad emocional.
  • Acompañamiento psiquiátrico cuidadoso, evitando la sobremedicación.

También es crucial crear un entorno terapéutico donde la persona no sienta vergüenza por lo que ha vivido ni por cómo ha intentado sobrevivir.

Conclusión: más allá del consumo

La adicción muchas veces no es más que el lenguaje del trauma. El dolor emocional que no se puede expresar, sale a través del cuerpo, del consumo, del silencio.
El verdadero tratamiento empieza cuando miramos a la persona completa, no solo a la sustancia. Reconocer el impacto del trauma en la adicción no solo cambia la forma en que intervenimos, sino también la forma en que acompañamos a quienes más lo necesitan.

NIDA (National Institute on Drug Abuse). The Science of Addiction. nida.nih.gov
Proyecto Hombre (2024). Informe anual sobre adicciones y género. Cadena SER Canarias
El 80% de las mujeres con problemas de adicciones ha sido víctima de violencias. El Periódico