Cada día estamos peligrosamente vinculados a hábitos y experiencias asociadas al consumo de sustancias adictivas y no somos conscientes del riesgo que comporta.
Cuantas veces escuchamos frases como “solo tomo una copa de vino comiendo, tomar una copita de vino es bueno” o “Me tomo una pastilla para dormir, me la recetó el médico hace años, pero el día que no la tomo no duermo,” “me fumo un peta después de cenar para relajarme, mejor eso que fumar un cigarrillo”…
Nos imaginamos a los adictos como personas enfermas cuyas vidas están única y exclusivamente ligadas al consumo de alguna sustancia. El criterio que utilizamos es el siguiente: si uno consume todos los días entonces es adicto. Pero a partir de ese error conceptual se desprende la falsa creencia opuesta de que si NO lo hago todos los días, entonces no soy adicto.
Sin embargo la mayoría de los adictos no consumen a diario y es importante que tengamos presente este dato ya que hay personas que quizás sean adictas y no son conscientes de ello.
Muchas sustancias de consumo habitual, como la nicotina, la cafeína, el alcohol, los psicofármacos,… cuando se consumen diariamente pueden conducir a una adicción. En este sentido, la cantidad utilizada de dicha sustancia tampoco es la que determina si uno es adicto o no –al igual que la frecuencia-, sino la manera en la que ésta nos afecta.
Somos adictos si aparece una idea obsesiva en relación al consumo de alguna sustancia y se manifiesta como un deseo que debo realizar a pesar de saber que racionalmente no debería hacerlo.
Lo que hace que un hábito se convierta en adicción es que se vuelve en contra de uno mismo. Al principio se obtiene cierta gratificación y beneficios del consumo; por ejemplo: lograr dormir mejor con psicofármacos, calmar la ansiedad con alcohol, incrementar la energía con nicotina, etc. Pero, a medida que transcurre el tiempo y se desarrollan los mecanismos biológicos naturales de tolerancia a los efectos beneficiosos de dichas sustancias, éstas van perdiendo sus efectos y comienzan a aparecer los efectos negativos.
El rasgo distintivo de la adicción es que, al tratar de controlarla, la voluntad no es suficiente. Una vez que se desarrolla una adicción se es incapaz de detener o controlar de manera sostenida en el tiempo la tendencia al consumo, a pesar de todas las promesas y buenas intenciones. Por lo tanto, el adicto se encuentra fuera de control o intentando controlar el uso, lo que en ambos casos significa que el problema persiste. Cuando un individuo debe comenzar a pensar en intentar controlar el consumo de una sustancia…ya está en problemas!
A medida que los problemas en el trabajo, familia, salud mental y/o física comienzan a acumularse como consecuencia del consumo, el individuo empieza a negar que el consumo sea un problema que no puede controlar y que los efectos negativos tengan conexión con el consumo.
Lo más importante es admitir que tenemos un problema y pedir ayuda profesional para interrumpir el patrón adictivo y modificar nuestros hábitos.